jueves, 30 de agosto de 2012

JORGE ENRIQUE RAMPONI

HOMBRE

 

Hombre beodo de piedra, de su vino de lápidas,
de su tufo de templo, de sagrado patíbulo,
convalece y escucha:
un élitro estival clama en tu pámpano,
oh alma que aun habitas tu cuerpo,
cuerpo que aun hospeda su sangre, sangre
que aun exige su liturgia terrestre.

Bulle en el corazón un encendido enjambre o venero de tórridas burbujas;
criaturas de un latido asumen su vigilia en el tallo de un pulso;
se heredan y suceden llamas de un leve pétalo votivo,
como lenguas de fuego entre voraces párpados
que inflaman su faceta púrpura y se retiran:
se percibe el humo de la vida que extinguen sus luciérnagas.
Canta pequeño pastor de unos días y una sangre
sobre la tierra, nuestra heredera y nuestra herencia,
canta, oh deudo, mientras vuelve a la heredad la dádiva,
gota a gota en su núcleo,
porque es honra del hombre libar lo que su oscura,
última flor contiene,
así madura la equidad del mundo,

oh héroe del corazón, cantando.

 

 

 


 



 

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